Perlas Sufíes, La
Mística Musulmana
El sufismo se define a sí mismo como el
"corazón del Islam", su alma, su fuente de vida. Toda religión vive
la tentación de la esclerotización ritual y dogmática. Consciente de ello, el
sufismo se presenta como profundización espiritual de los gestos, oraciones y
obligaciones de todo musulmán. Toda realidad aparece ante sus ojos como
compuesta de una exterioridad y de una interioridad, de una "letra" y
de un "sentido".
El sufí se sumerge en el mar de la exterioridad, de
lo visible, de las apariencias, para buscar ahí, en lo profundo, su sentido, su
alma, su fuente. La exterioridad -el rito, el dogma, la literalidad del Corán,
etc.- no pierden nada de su valor, pero el místico decide no quedarse en la
superficialidad de las cosas para conocer lo que da vida a esa letra. Así como
la letra sin su sentido es letra muerta y el cuerpo sin corazón es cuerpo sin
vida, el Islam vive de la savia de su mística.
Presentamos a continuación el camino sufí a través
de diez textos que son como diez perlas que expresan la necesaria purificación
del corazón hasta llegar a ser verdadero espejo de Dios. Como veremos en
algunos de los textos siguientes, el sufismo centra su reflexión espiritual en
el corazón.
1. La purificación del corazón
Lo primero que ha de hacer el místico es purificar
su corazón y orientarlo hacia Dios para que sea fiel reflejo de los rayos
divinos que se proyectan sobre él:
"Cuando uno posee un espejo polvoriento y
oxidado y desea que refleje el sol perfectamente, será necesario poner en obra
dos tipos de operaciones: pulir el espejo -que se efectúa por el dhikr [la
invocación a Dios y el tenerle siempre presente]- y orientar este espejo hacia
el sol, para que el sol se refleje perfectamente. Se pueden hacer horas y horas
de dhikr, pero si no se orientan correctamente es tiempo perdido."
(Sidi Hamza al-Qâdiri Boudchich s. XXI)
Sabemos que la oración no transforma
automáticamente el corazón del hombre. Es preciso que esté bien
"orientada", pues, como cualquier acto humano, posee una ambigüedad
intrínseca: puede ser tanto signo del más puro amor a Dios como del narcisismo
espiritual más radical.
2. La desposesión del yo
Por eso, la oración no puede ser un replegamiento
sobre sí, sino un camino de desposesión del yo:
"Ser sufí es desasirse de toda preocupación, y la peor de todas es la del yo. Mientras te ocupas de ti, estás separado de Allâh. La vía hacia él es sólo de un paso: salir de ti mismo".
"Ser sufí es desasirse de toda preocupación, y la peor de todas es la del yo. Mientras te ocupas de ti, estás separado de Allâh. La vía hacia él es sólo de un paso: salir de ti mismo".
(Junayd, s. IX-X)
3. La desaparición de la dualidad
Poco a poco, el yo va desapareciendo para que Dios
tome todo el protagonismo. Aquel "conviene que Él crezca y que yo
disminuya" (Jn 3,30) de Juan Bautista refiriéndose a Jesús, es vivido en
toda su radicalidad por el sufismo con respecto a Dios. El hombre no sólo
decrece sino que acaba desapareciendo por completo:
"Del estadio del "yo", el sufí pasa al de "no soy yo y Tú eres"; luego al estadio de "yo no soy y Tú no eres", porque el sufí es ahora uno con el Uno. La visión de Allâh y la recepción de su luz significa unificación y unión con su esencia, que es la Luz de las luces".
"Del estadio del "yo", el sufí pasa al de "no soy yo y Tú eres"; luego al estadio de "yo no soy y Tú no eres", porque el sufí es ahora uno con el Uno. La visión de Allâh y la recepción de su luz significa unificación y unión con su esencia, que es la Luz de las luces".
(Al-Sohrawardî, s. XII)
Cuando el sufí se desposee completamente de su
"yo" no queda ya más que el "Tú" de Dios. Sin embargo, éste
no es el último estadio de la unión con Dios puesto que Dios todavía es un
"Tú", y por tanto quedan aún restos de alteridad entre Dios y el
hombre. Es preciso que Dios como un "Tú" desaparezca también.
4. Ver a Dios en el hombre y al hombre en Dios
Por eso Hallâj puede clamar diciendo: "Yo soy
Dios" (lit. "lo Real"), y tener la osadía de decir:
"Yo soy aquel a quien amo, y aquel a quien amo
es yo
Somos dos espíritus que moran en un cuerpo
Cuando me ves a mí le ves a él,
y cuando le ves a él, nos ves a los dos."
(Hallâj, s. X)
Pocos textos de la tradición musulmana se acercan
tanto a la experiencia cristiana de que en un hombre, Jesús de Nazaret, se ha
hecho presente Dios mismo.
5. El camino 'crístico' de algunos sufís
Hallâj siente que su camino de identificación con
Dios pasa por seguir las huellas del Jesús crucificado. Antes de ser clavado en
un madero, ve a la muerte como las puertas de la vida:
Dadme muerte, compañeros.
En morir está la vida, mi morir es sobrevivir.
Mi vida es morir.
La abolición de mi ser es el mejor de los dones.
Sobrevivir, el peor de los daños.
Mi vida ha disgustado a mi alma
entre esas ruinas que se desmoronan.
Matadme, dad a las llamas
mis huesos perecederos.
(Hallâj, ss. IX-X)
6. Dar a luz al Jesús que llevamos dentro
En el sufismo, Jesús es presentado a menudo como
modelo de la perfección espiritual y, para algunos místicos, este camino pasa
por dejar que nuestro cuerpo engendre al Jesús que llevamos dentro:
"Nuestro cuerpo es semejante a María: cada uno
tiene un Jesús en su interior, pero éste no puede nacer hasta que los dolores
de parto no se manifiesten en nosotros."
(Rûmî, s. XIII)
7. La iniciativa es de Dios
En este camino de desposesión, Dios tiene siempre
la iniciativa. Así se lo recuerda Jesús a sus discípulos: "no me habéis
vosotros elegido, fui yo mismo quien os elegí" (Jn 15). Al-Bistâmî, uno de
los primeros místicos del Islam vive la misma experiencia:
"Al principio estaba yo equivocado en cuatro
puntos. Me aplicaba a tener a Allâh presente, a conocerle, a amarle y a
buscarle. Al llegar al fin me di cuenta de que él me tenía presente antes que
yo lo hiciera, que su conocimiento había precedido al mío, que su amor hacia mí
había existido antes que el mío hacia él, y que me buscó antes que yo le
buscara". (Al-Bistâmî, s. IX)
8. En las soledades de la noche...
La relación del místico con Dios es descrita a
menudo como la de dos amigos que pasan largas horas conversando y compartiendo
mutuamente su intimidad. El lugar de tales encuentros es la alfombra del
orante, que se convierte en su templo, en su tienda del encuentro, en su
tierra sagrada. Por ello el creyente se descalza como Moisés ante la
zarza ardiente. En ella, el místico pasa mucho más tiempo que el estricto de
las cinco oraciones diarias. Dedica largas horas de la noche a esa conversación
íntima. La noche no significa sólo la quietud, la paz y la soledad, sino
también la trascendencia de todo lo creado, de todo lo que "aparece"
durante el día. Por eso, en San Juan de la Cruz, es la noche la que junta al
amado con su amada y, por eso también, Mahoma realiza su ascensión mística
celeste de noche, hasta encontrarse con la fuente de toda luz. Esta ascensión
del Profeta es el camino que todo peregrino debe realizar. Sin embargo,
este viaje no consiste en ningún desplazamiento exterior sino en un viaje hasta
el centro mismo de nosotros mismos, allá donde se descubre -con San Agustín-
que "Dios es más íntimo que mi propia intimidad".
"Tengo un amigo que visito en las soledades, presente,
aunque escape a las miradas. Me verás prestarle oído para percibir su lenguaje sin
rumor de palabras.
Sus palabras no tienen vocales ni elocución, ni
nada de melodía de sonidos.
Es como si me hubiera hecho interlocutor de mi
mismo, comunicando con mi inspiración, con mi esencia, en mi esencia, presente,
ausente, cercano, alejado, inaferrable a descripción por cualidades.
Está más próximo que la conciencia a la imaginación.
Es más íntimo que la centella de la inspiración." (Hallâj, ss. IX-X)
9. La posternación del corazón
La orientación del corazón es su qibla, su
Meca, la dirección hacia la cual se prosterna su corazón. La prosternación
corporal (suyûd) no es más que la exteriorización de la prosternación
del corazón. Ahora bien, el místico sufí es aquel que encuentra a Dios en
todas las cosas porque descubre que todas son teofanías de Dios. Por ello,
todas las religiones exhalan un perfume de verdad, puesto que, a pesar
de prosternarse hacia "cosas" diferentes en actitud de adoración,
todas se prosternan hacia el Dios teofánico que se manifiesta en ellas.
La experiencia mística que lleva al reconocimiento
de la presencia de Dios en todo está simbolizada en el sufismo de Ibn ´Arabî
por la peregrinación a la Meca. La oración musulmana está siempre
"orientada". Pero, si fuera posible orar desde el interior mismo de
la Ka'aba no habría "dirección", o lo que es lo mismo, se descubriría
que cualquier orientación es válida. La Ka'aba es para el musulmán el centro
del mundo, el Polo del universo. De la misma forma que la brújula se
vuelve loca en el Polo Norte, el corazón del creyente queda embriagado
ante la presencia de la Ka'aba y descubre que Dios nos sorprende desde
cualquier dirección. Si el centro del Cosmos es la Ka'aba, el centro del microcosmos,
del hombre, es el corazón. Éste, igual que la Ka'aba, es como un cubo, es
decir, enfocado hacia todas las direcciones del espacio, pues Dios se le acerca
desde todos los lados. Ibn Arabî, situado desde ese centro del mundo
vive su religión como la síntesis de todas las demás y dice:
Hubo tiempo en que yo censuraba a mi prójimo si su
religión era diversa de la mía.
Ya mi corazón acoge toda forma: prado para las
gacelas, claustro para los monjes, templo para los ídolos, Ka'aba para el
peregrino, tablas de la ley, volumen del Alcorán.
Amor es mi religión, a cualquier parte que se
oriente. (Ibn 'Arabî, s. XIII)
10. Primacía de la caridad
El sufismo centra su preocupación en la
transformación del corazón para la unión con Dios. El gran místico al-Ghâzâli
(s. XI-XII) advierte contra la tentación de caer en un espiritualismo
individualista y cita un dicho atribuido a Jesús.
"Jesús, la paz esté con él, vio a un hombre y
le preguntó: "¿Qué haces?" - El otro respondió: "Estoy adorando
a Dios". - Jesús replicó: "¿Y quién se cuida de tu
subsistencia?" - "Mi hermano", [respondió]. [Jesús le dijo:]
"Pues bien, tu hermano es mejor adorador que tú". (al-Ghazâlî, s.
XI)Jaume Flaquer, sj. Octubre de 2005
Los textos han sido extraídos de:
K.BEN DRISS, Sidi Hamza al-Qâdiri Boudchich: le
renouveau du soufisme au Maroc.
FÉLIX PAREJA, La religiosidad musulmana.
RÛMÎ, N. Le Livre du dedans, V.
JOMIER, JACQUES, Jésus tel que Ghazâlî le
présente dans "al-Ihyâ".
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