sábado, 19 de febrero de 2011

Los Caballeros hospitalarios


La orden de San Juan del Hospital, fundada unos pocos años antes de la primera cruzada, sufrió una profunda transformación con la fundación del reino latino de Jerusalén. A imitación de los caballeros templarios, los hospitalarios se convirtieron en un verdadero ejército cuya finalidad era proteger a los peregrinos que se dirigían a los Santos Lugares

Los orígenes de la orden se remontan a unos pocos años antes de la llegada de los cruzados de Godofredo de Bouillon a Tierra Santa. Hacia 1080 existía ya una pequeña congregación amalfita bajo el patronazgo de la iglesia de Santa María Latina, una fundación benedictina situada al sur del Santo Sepulcro. Esta pequeña hermandad de laicos que vivían una vida religiosa dedicada a labores de asistencia a peregrinos pasó en pocos años a transformarse de una simple organización sanitaria en uno de los ejércitos más temidos por los sarracenos, una verdadera punta de lanza del reino latino.
La transformación de la primitiva orden asistencial en una orden de caballería se debió con toda seguridad al ejemplo del Temple. A un lector de nuestros días le puede parecer una contradicción el hecho de que una orden religiosa pudiera tener carácter militar. Sin embargo, en la época que nos ocupa, existía toda una casuística que justificaba el empleo de la violencia para la defensa de la fe cristiana, así como para el mantenimiento de la paz y la justicia en el mundo. Además, prácticamente toda la cristiandad occidental vivía inmersa en un clima de extremada violencia como consecuencia de la debilidad de unos estados que eran incapaces de imponer la paz. Muchos nobles combatían entre sí y se había creado una auténtica ética de la violencia como forma de vida del noble. Para colmo, en muchos casos la impronta del paganismo seguía vigente, así que no era en absoluto extraño que los propios clérigo empuñaran las armas. Este hecho producía verdadero rechazo a los cristianos orientales, tal como revela el testimonio de Ana Comnena.

Sostenimiento de la orden

Así pues, todo jugaba a favor del éxito de la idea. En efecto, al poco tiempo de reorganizarse bajo presupuestos militares, el nombramiento de Raimundo de Puy como gran maestre de la orden en 1120 y la redacción de la regla 10 años más tarde marcan un punto de inflexión en la historia de los hospitalarios. Desde ese momento, la orden del Hospital comenzó a experimentar un gran incremento de vocaciones y donaciones. El espaldarazo del papado a la idea del monje-soldado consagró definitivamente la feliz invención.
A mediados del siglo XII la militarización de la orden ya era un hecho. Esta evolución se advirtió también en la elección de grandes maestres de origen anglonormando. El primero de ellos fue Gilberto d’Assailly, antiguo comandante de Tiro. Esta situación perduró hasta los tiempos de la tercera cruzada, una época en que la orden del Hospital se encontraba bajo la dirección de Garnier de Nápoles, uno de los grandes colaboradores de Ricardo Corazón de León.
Desde el punto de vista estratégico, el sostenimiento de las órdenes militares era uno de los puntos esenciales del reino de Jerusalén. Esto era debido a que, contrariamente a la visión más habitual, la inmensa mayoría de los caballeros que hacía voto de cruzada solían regresar a su hogar una vez cumplido. De esta forma el reino quedaba prácticamente inerme. Se comprende pues, que siendo las órdenes militares los únicos ejércitos permanentes en Tierra Santa, buena parte de la seguridad del reino dependiera de ellas. Así pues, era necesario que tuviera una adecuada financiación y que estuvieran dotadas de recursos suficientes para su mantenimiento.
El problema se solucionaba a través de varias vías. Gracias al apoyo del papado, las órdenes se beneficiaban del gran número de donaciones que efectuaba la nobleza de toda la cristiandad, así como de las rentas que proporcionaban dichas donaciones. No obstante, había frecuentes roces entre las órdenes y las autoridades eclesiásticas seculares, ya que las primeras estaban exentas del pago de los diezmos y, además, eran independientes. Por otra parte, recibían una parte del botín de cada campaña en la que tomaran parte activa. Las propiedades de las órdenes no se circunscribían sólo a Tierra Santa. De este modo se realizaba una rotación de los miembros de la orden destacados en ultramar y el continente.

El reclutamiento

La mayoría de los reclutas del Hospital, como en general la mayoría de los cruzados, eran originarios de Francia e Inglaterra. Un número significativo de los hospitalarios, sin embargo, venía del imperio germánico, si bien en estas tierras la aparición de la orden de los Caballeros teutónicos les restó parte de la popularidad de que gozaban en Francia o Inglaterra a favor de la orden nacional. Para los germanos, los hospitalarios y los templarios podían parecer demasiado “franceses” –es decir, papistas- en una época en que los intereses del Imperio y los del papado chocaban con demasiada frecuencia. Aún así, alguna tierras ligadas al Imperio germano como Bohemia o Hungría, eran una buena cantera para el Hospital, si bien en Hungría puede observarse una dicotomía entre los caballeros sanjuanistas, que eran generalmente de origen francés o italiano, y los grados inferiores, de extracción nativa.
Las ciudades italianas también proporcionaron numerosos hermanos al Hospital. Lo mismo sucedió en España, país en que las circunstancias políticas del momento –no olvidemos que se estaba en plena lucha contra el invasor musulmán- provocaron una concentración de caballeros hospitalarios que se concentraron en la Reconquista. El caso de los hospitalarios de España es especial dentro del mundo occidental, aunque la estructura que adoptaron era muy semejante a la de sus hermanos de ultramar.
Durante el siglo XII y la primera mitad del XIII los hermanos hospitalarios no fueron reclutados mayoritariamente entre los miembros de la nobleza. Se había instituido entonces la costumbre de la oblación, esto es, la entrega de un niño a la custodia de la orden, que quedaba atado a ésta como novicio hasta los catorce o quince años. En este momento, después de tres años de entrenamiento, pasaba a ser considerado hermano de pleno derecho. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIII el ingreso se hizo más restrictivo y lo más habitual era reclutar a hermanos entre miembros de la nobleza que pudieran aportar propiedades. Es posible que el gran número de bajas de la orden, producido por su excesivo celo combativo y porque los musulmanes no solían tener piedad de los miembros de las órdenes militares después de la batalla, fuera la causa de la crisis del sistema de noviciado.
Las razones que empujaron a tantos hombres a ingresar en la orden fueron sin duda muy diversas. Una de ellas –no en vano se trataba de una hermandad religiosa- fue el fervor místico y el deseo de apartarse del mundo, pero tampoco debía ser infrecuente la búsqueda del martirio y el deseo de defender los ideales cristianos de la amenaza de los infieles. Algunos hermanos hospitalarios eran delincuentes que huían de la justicia, aunque la regla excluía el ingreso a los que hubieran cometido delitos considerados muy graves, como los homicidas o los herejes.

El hospital y el temple

La Orden de San Juan y la Orden del Templo tenían el mismo rango en la Iglesia, concediéndoles el Papa grandes privilegios, absoluta independencia de cualquier autoridad espiritual y temporal salvo la de Roma, exención de diezmos y con derecho a tener sus propias capillas, clero y cementerios. A ambas se les asignó la defensa militar de Tierra Santa y las más formidables fortalezas del país fueron ocupadas por alguna de las dos. En el campo de batalla compartían los puestos más peligrosos, tomando por turnos la vanguardia y la retaguardia a pesar de la rivalidad existente entre ellas.A diferencia de la Orden del Templo (aunque según algunos estudios si existieron en un principio para luego desaparecer), esta orden de San Juan, admitía monjas entre sus miembros. La primera casa de religiosas Hospitalarias en España se fundó en Grisén, otorgada a la Orden en 1177.

Los Hospitalarios vestían hábito y manto negros y su distintivo era una cruz blanca de cuatro brazos de igual longitud, que se ensanchaba hacia los extremos, concedida en 1248 por Inocencio IV. En 1259, Alejandro IV les autoriza a llevar en tiempos de paz el manto negro y en la guerra cotas rojas con la cruz blanca. En 1278 se establece que deberían llevar la cruz blanca sobre fondo rojo. Las ocho puntas de la cruz significaban las ocho virtudes que los caballeros debían ejemplificar en las tareas de caridad de su vida cotidiana:Goce espiritual – Vivir sin malicia – Arrepentirse de los pecados – Humillarse ante los que te injurian – Amar la justicia – Ser


misericordioso – Ser sincero y puro de corazón y sufrir la persecución con abnegación. Cuando los turcos volvieron a tomar Jerusalén, la Orden de San Juan siguió defendiendo la franja de territorio a lo largo del litoral de Tierra Santa, y cuando cayeron las últimas posiciones, San Juan de Acre y El Krak, pasaron a Chipre cuyo rey les brindó hospitalidad. Aquí tomaron un carácter más militar y comenzaron su actividad marítima. En 1306 pasaron a la isla de Rodas y allí establecieron su sede teniendo al mando al Maestre Guillermo de Villaret, cambiando de nuevo el nombre esta vez por Caballeros de Rodas. Gobernada por el Gran Maestre y con embajadores ante las potencias europeas del momento, alcanzaron uno de los períodos de mayor esplendor. Con la desaparición de los Templarios a principios del siglo XIV incrementaron sus posesiones y bienes. El avance turco ataca la isla de Rodas furiosamente en varias ocasiones por ser la avanzadilla cristiana en la zona, pero sólo ante la gran victoria de Solimán el Magnífico que lanza un fuerte ataque, se ven en la obligación de capitular debido a la traición del caballero Andrés de Amaral. Es tal la pena por la pérdida de Rodas que aún hoy los religiosos de la Orden visten hábito negro en lugar de rojo en señal de luto. Después de salir de Rodas, vagaron de un lado a otro instalándose en Campania, Civitavecchia, Vitervo y Niza. En 1530, Carlos I cedió a la orden las islas de Malta, Gozo y Comino, junto con la plaza de Trípoli (que se perderá 21 años después) instituyéndose en Malta y pasando a convertirse en la Orden de Malta. La cesión se hizo a cambio de entregar al emperador, una vez al año, un halcón “el célebre halcón maltés”. Desde aquí amplían su soberanía incluso a tierras americanas, pero la ofensiva turca para eliminarlos no se hace esperar. En 1551 Trípoli cayó en poder turco después de que una formidable escuadra aniquilara a la heroica resistencia de los caballeros de San Juan. En 1565 sitiaron Malta pero ayudados por el virrey de Sicilia, D. García de Toledo y por los caballeros de la Orden de San Esteban, los turcos tuvieron que retirarse. De nuevo la traición tan presente en la historia, en 1799, permitió a Napoleón ocupar la isla y aunque fue vencido por la escuadra inglesa junto con los habitantes de Malta, la isla ya no les fue devuelta y después de otro peregrinaje, la Orden se instaló en Roma.

Una de las fortalezas más importantes que defendieron los Hospitalarios fue la de Krak de los Caballeros; la posición era inexpugnable y hasta Saladino desistió de tomarla,

pero cuentan que acabó rindiéndose a una paloma. Los hechos sucedieron de la siguiente manera: el sultán de Egipto, Baybars (su nombre significa pantera) sitiaba el castillo - que era el último foco de resistencia cristiano - con un poderoso ejército y aunque la guarnición de la fortaleza era escasa, las defensas de sus muros no eran fáciles de traspasar y después de muchos asaltos y otras tantas derrotas y no queriendo renunciar a su conquista, recurrió a la astucia. Según los historiadores árabes, por medio de una paloma envió una carta con un mensaje al castillo diciéndoles que por orden del Gran Maestre de los Hospitalarios de Trípoli ordenaba la rendición pues era imposible enviarles ayuda. Los sitiados obedecieron la orden y el castillo de Krak fue ocupado por Baybars, que caballerosamente les dio un salvoconducto para que se trasladaran a Trípoli. Está Orden llegó hasta nuestros días y su principal actividad sigue siendo la hospitalaria, con obras sociales y benéficas en los cinco continentes, y su nombre completo es Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. http://armasysoldados.blogspot.com/2009_11_01_archive.html

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