Teosofía Martinista
El Martinismo es un sistema peculiar de Misticismo Cristiano fundamentado en una concepción Tradicional del origen del Hombre, su lugar en la creación y la relación que existe entre él, Dios y el Universo, según la doctrina recogida y promulgada por Louis-Claude de Saint-Martín, conocido como "El Filósofo Desconocido". Esta doctrina justifica una teosofía que revele al hombre la Sabiduría de Dios, la verdad, el camino y la vida. El Martinista es un amigo de Dios y de la Sabiduría. Su objetivo es alcanzar la Regeneración de la Humanidad a través de la Reintegración del individuo en su estado glorioso primigenio anterior a la caída.
Los Martinistas son individuos libres, respetuosos y tolerantes con los pensamientos divergentes, e indiferentes a tabúes o preconceptos de cualquier especie. Los Martinistas se ligan por su propia y libre voluntad a la humanidad, la naturaleza y a Dios, tomando con sus trabajos una gradual conciencia del sagrado carácter de este vínculo. En sus reuniones solamente los Martinistas son aceptados; las iniciaciones y sus respectivos grados se reciben según mérito propio, donde la antigüedad no tiene ningún valor efectivo o determinante.
Resaltemos sobre todas las definiciones y teorías que el Martinismo es un estado del Ser, una forma de vida, un Camino, y más que explicado debe ser sentido y vivenciado, para, a través del SILENCIO, poder llegar a su Corazón realizando en nuestro Ser su objetivo principal: la Reintegración de la humanidad en el seno del Absoluto.
Caballería Cristiana
Según Papus, fundador de la Orden Martinista, esta constituye una Caballería Espiritual Cristiana operando bajo una gran discreción. "La Orden Martinista es una sociedad mística […], un centro activo de difusión iniciática […] constituido para propagar las líneas de la tradición occidental cristiana […]. Otra característica es la de aceptar en su seno a hombres y mujeres […]. La tercera característica del Martinismo es la de ser cristiano. El Martinismo defiende la acción del Cristo. El Martinista es el caballero de la idealidad cristiana. Mediante la enseñanza oral de la tradición occidental cristiana pone a punto al alma para percibir la vivificante acción del Verbo divino del Cristo glorioso…" "La Orden en su conjunto es ante todo una escuela de caballería moral, que se esfuerza en desarrollar la espiritualidad de sus miembros por el estudio del mundo invisible y de sus leyes, por el ejercicio de la devoción y del esfuerzo intelectual, y por la creación en cada espíritu de una fe cada vez más sólida, basada en la observación y en la ciencia (…)" (A propósito del Martinismo).
En su obra "Martinezismo, Willermozismo, Martinismo y Francmasonería", Papus escribe: "… resaltemos que la Orden recibió de Saint-Martin el Pantáculo y el nombre místico de Cristo, Ieshuah, que adorna todos los documentos oficiales del Martinismo. Es necesaria la mayor fe de un clérigo para creer que ese nombre sagrado se relacione con otro diferente del de Jesús Cristo, el Divino Verbo Creador". "La filiación Martinista se mantuvo viva gracias a pequeños grupos muy dinámicos, que efectuando un modesto ocultismo fiel a la conservación de la tradición iniciática del espiritualismo, caracterizado por el Misterio de la Santísima Trinidad y los misterios de Cristo, la alejaron de todo sectarismo".
Papus planteó así las líneas maestras de esta caballería espiritual y moral basada principalmente en la caridad cristiana, y contrariamente a lo que puedan pensar algunos frente al volumen y la diversidad de su obra, interesada en divulgar y justificar aquello que hasta la época era denominado "Ciencia oculta", nos da muestras de estos ideales sin distracciones: "El camino del desarrollo espiritual es sencillo y claro: vivir siempre para los demás y nunca para uno mismo, hacer a los demás lo que os gustaría que os fuera hecho en todos los niveles; jamás hablar mal ni pensar mal de los ausentes. Hacer antes lo que cuesta que lo que gusta. Éstas son algunas de las fórmulas de este camino que conduce a la humildad y la oración. […] El camino místico necesita pues de una ayuda permanente en todos los niveles de evolución y de percepción. En el plano físico, ayuda de los compañeros y de los maestros que enseñan con el ejemplo; en el plano astral, ayuda de los pensamientos de devoción y de caridad que iluminan el camino y permiten superar las pruebas por la paz del corazón; finalmente, en el plano espiritual, ayuda de los espíritus guardianes mantenida por la compasión por todos los pecadores, la indulgencia por todas las debilidades humanas, y la oración por todos los ciegos y los enemigos. Entonces las sombras terrestres se disuelven poco a poco, la cortina se descorre durante unos segundos y la sensación divina de la Oración comprendida llena el corazón de coraje y de amor". Con estos ideales, que inspiran el ritual Martinista, la invocación en todos los trabajos de Ieshuah, el divino Reparador, y "bajo los auspicios del Filósofo Desconocido, nuestro Venerable Maestro", se opera en la búsqueda y la realización de la única iniciación que proclama Saint-Martin como verdadera: "aquella por la que podemos entrar en el corazón de Dios y hacer entrar el corazón de Dios en nosotros, para hacer un matrimonio indisoluble que nos haga el amigo, el hermano y el esposo de nuestro divino Reparador" (1).
NOTAS:
(1) Carta a Kirchberger, 19 de junio de 1797.
La Vía del Reparador
Reconociendo el carácter místico y cristiano de la Orden, respetando en todo momento la libertad del individuo, agrupando a aquellos que silenciosa y pacientemente buscan la verdad, siempre se ha mantenido en el Martinismo un espíritu abierto y respetuoso con otras vías tradicionales, pues la experiencia de lo divino trasciende a las formas que se acercan a ella y, lejos de separar, une aún más a los hombres que se reconocen así como participando de la misma naturaleza celestial; pero le será más difícil mantener el rumbo adecuado al peregrino que se distrae en los cruces de caminos. R. Ambelain nos dice: "La Verdad es una, y las doctrinas esotéricas no son más que rayos que de ella escapan. Sin duda. Pero es necesario que cada una ocupe su lugar; no es armonioso que un lama predique el evangelio, que un imán enseñe el tantrismo, que un yogui sólo afirme las Tríadas y que un cabalista se declare taoísta" (1). Respetando así las vías que han sido abiertas, la ascesis Martinista sigue la luz de Ieshuah, nuestro guía, el Reparador, encarnado para guiarnos en el camino de la Reintegración renaciendo continuamente en los corazones iluminados e inflamados por el Espíritu Santo. Pero es que la Potencia de este Reparador, Espíritu doblemente fuerte u Octonario (2) que Dios envió para regenerar al Adán Kadmón caído en la materia, es universal. "Toda la religión Cristiana [religión en su verdadero sentido de religar al hombre con Dios] está basada en el conocimiento de nuestro origen, de nuestra actual condición y de nuestro destino. Ella muestra primero cómo de la unidad caímos en la diversidad, y cómo podemos retornar al estado primordial. Segundo, muestra lo que éramos antes de volvernos desunidos. En tercer lugar, explica la causa de la continuación de nuestra presente desunión. Y, en cuarto lugar, nos instruye sobre el destino final de los elementos mortales e inmortales dentro de nuestra constitución. Todas las enseñanzas de Cristo no tienen otro objetivo que el de mostrar el camino para volver a ascender de un estado de diversidad y diferenciación a nuestra unidad original…" (3), porque "Todo lo que es coeterno con ella [con la Unidad] es perfecto. Todo lo que se separa de ella está alterado o es falso" (4).
NOTAS:
(1) Le Martinisme. Histoire et doctrine. Robert Ambelain. Ed. Niclaus, París. Pág. 158.
(2) Doctrina de la Reintegración de los seres. Martinez de Pasqually.
(3) Vida y doctrina de Jakob Böhme. Franz Hartman. (Citas seleccionadas de la obra de J. B.)
(4) De los números, epígrafe X. Saint-Martin.
Filósofo de la Unidad
El Martinista se considera así como el FILÓSOFO o AGENTE DE LA UNIDAD, título que jamás adquirirá a través de la ciencia profana ni a través de sincretismo de ningún tipo, ya que "Todas nuestras disputas y especulaciones intelectuales con relación a los misterios divinos son inútiles, pues se originan en fuentes externas. Los misterios de Dios sólo pueden ser conocidos por Dios; para conocerlos debemos primero buscar a Dios en nuestro propio centro. Nuestra razón y voluntad deben retornar a la fuente interior de la cual se originan; entonces llegaremos a la verdadera ciencia de Dios y sus atributos" (1). Si dedicamos nuestra vida sólo a cultivar el saber intelectual cuya complejidad hunde sus raíces en la imaginación y la razón humanas, percibiremos que cuanto más aprendemos, más se aleja de nosotros el límite de lo que nos queda por aprender. Pero si en un solo instante nuestro corazón se abre a la fuente divina, la gnosis eterna (Sophia) romperá el velo que envuelve nuestro verdadero entendimiento revelándonos la sabiduría celeste, aquella de la cual la verdad humana no es más que un sombrío reflejo desfigurado y a veces pervertido. Es así que el verdadero cristianismo se hace universal, pues abiertos los ojos del espíritu, el ser regenerado se da cuenta de que "Todos nuestros sistemas religiosos no pasan de ser obras del intelecto. Debemos repudiar todos los deseos personales, disputas, ciencias y voluntad, si queremos restaurar la armonía con la madre que nos dio nacimiento en el principio; por el momento, nuestra alma es el quintal de centenas de animales maliciosos, que nosotros mismos colocamos allá, en el lugar de Dios, y a los cuales adoramos como si fuesen dioses. Tales animales deben morir antes que el principio Crístico pueda comenzar a vivir. El hombre debe retornar a su estado natural (pureza original), antes de poder volverse divino". "Sólo aquél en quien el Cristo existe y vive es un Cristiano, un hombre en quien el Cristo surgió de la carne estéril de Adán. Él será un heredero de Cristo -no por cuenta de méritos de nadie, ni por ningún favor concedido a él por un poder externo, sino por la gracia interna". "Él [el verdadero cristiano] posee una única ciencia, que es la del Cristo interior; sólo tiene un deseo, hacer el bien" (2). Así pues, el propósito de la Orden Martinista no es el de establecer maestros dogmáticos, sino más bien, al contrario, agrupar a sinceros estudiantes devotos de la hermandad de la verdad universal, oponiéndose a todo dogma, ostracismo y fanatismo. Desafortunadamente, quien no alcanza a entender el verdadero sentido de estas palabras en el contexto natural que les corresponde, camina justo en sentido contrario, no hacia el origen unificador del Cristo, sino hacia una proyección que divide hasta el infinito a la frágil razón humana, que se cree poderosa cuanto más atrapada se encuentra en la imaginación demoniaca y más se pierde así en los valles tenebrosos de la muerte. "Feliz, en verdad, es ese hombre que encuentra la sabiduría que le unifica y le une a Dios" (3).
NOTAS:
(1) Vida y doctrina de Jakob Böhme. Franz Hartman. (Citas seleccionadas de la obra de J. B.)
(2) Vida y doctrina de Jakob Böhme. Franz Hartman. (Citas seleccionadas de la obra de J. B.)
(3) La nube del no-saber y el libro de la orientación particular. Anónimo inglés s. XIV. Ed. San Pablo, 1.981. Pág. 224.
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